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Parashá Miketz

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Miketz(Génesis 41:1-44:17)

¿El hombre sirve a Dios o Dios sirve al hombre? (Por Aish latino)

 

La parashá de esta semana comienza con la interpretación que le dio Iosef a los sueños de Paró y con su subsiguiente ascenso al poder en Egipto. Si analizamos cuidadosamente el diálogo que hubo entre Paró y Iosef podremos notar diferencias fundamentales en sus puntos de vista.

Paró era un idólatra que, al igual que todos los egipcios, idolatraba al río Nilo, el cual era su principal fuente de sustento. Al describir su sueño, Paró dijo que él estaba "parado sobre el río" (1). El entendimiento simple de este versículo es que nos está informando la ubicación física de Paró respecto al Nilo. Sin embargo, también nos enseña sobre su actitud hacia su dios, ya que el versículo destaca que estaba parado sobre el Nilo, en una posición de superioridad, lo cual no es una manera muy respetuosa de relacionarse con su dios.

 

Esto simboliza que Paró no adoraba al Nilo por el beneficio del Nilo, sino que lo hacía por el beneficio propio; él necesitaba al Nilo y por lo tanto lo apaciguaba con su adoración. Al final de cuentas, el Nilo estaba sirviendo a Paró, y no al revés.

La actitud de los egipcios hacia su dios queda demostrada aún más claramente por el comportamiento del Faraón que vivió en los tiempos de Moshé. El Faraón solía ir al río temprano por la mañana para hacer sus necesidades físicas en él (2), ¡una forma sumamente irrespetuosa de tratar a su Dios! El Talmud va más allá y nos cuenta que el Faraón incluso creía que él era quien había creado al Nilo (3). Estas fuentes indican que el servicio de los egipcios a sus dioses emanaba de un deseo de obtener de ellos lo que necesitaban; el Nilo estaba allí principalmente para servirlos a ellos.

 

La actitud de Paró es muy diferente a la que tenía Iosef. Cuando Paró le pidió que interpretara sus sueños, Iosef mostró tener una gran sumisión a Dios. Sus primeras palabras hacia Paró fueron: "No procede de mí; Dios será quien responda respecto a la fortuna del Faraón" (4).

Todos los años leemos este versículo y lo pasamos rápidamente, pero si reflexionáramos un poco comprenderíamos lo increíble que fueron las palabras de Iosef. Luego de haber estado doce años en prisión, Iosef finalmente tenía una oportunidad única para ser liberado; si lograba calmar a Paró podría tener un nuevo comienzo en su vida.

 

Iosef sabía que Paró no creía en el Dios judío, sino que creía que él mismo era un dios, una arrogancia sin paralelos. ¿Qué diría una persona en esa situación? Habría sido sumamente entendible si Iosef hubiera pensado que no era el mejor momento para atribuirle todo a Dios y que por lo tanto hubiese elegido promoverse a sí mismo y a sus talentos. Sin embargo, Iosef no dudó en atribuirle todos sus talentos a Dios, lo cual fue una increíble muestra de subordinación que contrasta muchísimo con la arrogancia de Paró respecto a su Dios.

Iosef heredó este rasgo de subordinación de Yaakov. Mientras que Paró se para sobre su dios, Yaakov se para bajo Dios. Esta idea la vemos en la parashá Vaietzé, cuando Yaakov tiene su famoso sueño. La Torá nos dice: "Dios estaba parado sobre él" (5). El énfasis aquí es que Yaakov estaba debajo de Dios, no sobre Él. Esto nos muestra que el servicio de Yaakov a Dios no estaba definido por él mismo, sino por Dios. Yaakov anuló sus deseos propios y sólo quería cumplir con la voluntad de Dios.

 

La radical diferencia que hay entre el punto de vista de Paró y el de Yaakov y Iosef es también una característica fundamental del choque entre la ideología del pueblo judío y la del imperio griego. Los griegos adoraban a muchos dioses, pero la idolatría no era el foco central de su ideología, sino que enfatizaban la idea de la perfección humana, creían que el hombre era el centro del universo y que el objetivo de los dioses era satisfacer los deseos de las personas.

Muchos griegos, incluyendo a Aristóteles, expusieron la creencia de que la Tierra era el centro del universo, siendo esto un reflejo de la superioridad humana. Enfatizaban la belleza del cuerpo humano y el dominio de la razón por sobre cualquier otra forma de sabiduría.

La filosofía griega claramente estaba en desacuerdo con la Torá; los griegos consideraban al judaísmo como la antítesis de sus creencias ya que la Torá destaca por sobre todas las cosas la sumisión del hombre a Dios y la imperfección del hombre.

 

Entender esto nos ayuda a comprender por qué los griegos prohibieron que el pueblo judío observara la circuncisión y estudiara Torá. La circuncisión es un reflejo de la creencia que el hombre no es perfecto en el plano físico y que debe ser mejorado. Los griegos creían que el hombre fue creado completo y que no puede ser mejorado; ante sus ojos, cortar una parte de su cuerpo era un acto altamente destructivo.

 

Estudiar Torá significa que el hombre intenta entrenar su mente para entender la perspectiva de Dios y para aprender a ver el mundo de esta manera. En contraste, los griegos creían que la razón del hombre es la principal y mejor fuente de sabiduría, la cual no debería subyugarse absolutamente a nada.

 

La batalla de Januca fue un choque entre dos ideologías: una que ponía a Dios en el centro, y otra que ponía al hombre en ese lugar. Espero que todos ameritemos seguir el ejemplo de Yaakov y Iosef respecto a poner a Dios en el centro.

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(1) Miketz, 41:1

(2) Vaierá 7:15, con el comentario de Rashi.

(3) Moed Katan 18a, con Rashi.

(4) Miketz, 41:16.

(5) Vaieitzé 28:13.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Miketz(Génesis 41:1-44:17)

No hablar de más

“Yosef dijo al Faraón: “El sueño del Faraón es uno solo... He aquí que se avecinan siete años en los que habrá gran abundancia en la tierra de Egipto. Pero habrán siete años de hambruna después de ellos, y será olvidada toda la abundancia de la tierra de Egipto, el hambre consumirá la tierra...”

“¡Y ahora, que busque el Faraón un hombre entendido y sabio, y que lo nombre sobre la tierra de Egipto. Que el Faraón actúe y comisione supervisores sobre la tierra y aprovisione la tierra de Egipto durante los siete años de abundancia. Que reúnan todo el alimento de los años buenos que se avecinan... El alimento será reserva para la tierra, para los siete años de hambruna que habrá en Egipto, para que no perezcan a causa del hambre!””.(Génesis 41:25-36)

 

Pregunta:

Es cierto que el Faraón mandó a llamar a Yosef para que interpretara su sueño (ver Génesis 41:14), ya que nadie en toda la tierra de Egipto podía interpretarlo satisfactoriamente, ¡pero el Faraón nunca le pidió consejos acerca de cómo manejar su imperio!

Yosef era un prisionero cualquiera que había sido sacado del calabozo exclusivamente para interpretar el sueño del Faraón. ¡Yosef debería haber interpretado el sueño del Faraón y punto final! ¡Debería haber guardado silencio! Comenzar a darle órdenes al Faraón era una falta de respeto enorme. ¡Él podría haber sido ejecutado por su arrogante actitud! ¿Por qué Yosef hizo esto?

Respuesta:

Uno podría pensar equivocadamente que lo que Yosef hizo fue dar su “opinión” después de interpretar el sueño. Pero si analizamos el texto veremos que esto no es precisamente lo que ocurrió.

De hecho habría sido tonto que Yosef hubiera comenzado a dar consejos que nadie le había pedido, él podría haber arriesgado su vida por eso. Él había sido llamado para interpretar un sueño, no para transformarse en el consejero del Faraón.

Lo que ocurrió realmente es que Yosef ofreció sus consejos porque él entendió que estos consejos eran parte del mensaje divino que estaba contenido en el sueño del Faraón.

Ahora bien, ¿en qué parte del sueño Yosef vio todo esto?

En su sueño el Faraón vio cómo siete vacas flacas devoraban a siete vacas gordas (ver Génesis 41:4).

De acá, Yosef entendió que el hecho de que las siete vacas gordas, que representaban los años de abundancia, eran tragadas por las siete vacas flacas, simbolizaba que la producción de los años de abundancia debía ser almacenada y posteriormente utilizada en los años de hambruna, representados a su vez por las siete vacas flacas. Es decir, las vacas flacas “se alimentarían” de las vacas gordas (ver Rambán).

Esta fue la única y exclusiva razón por la cual Yosef ofreció su consejo ante el Faraón, ya que el mismo sueño contenía la solución al problema.

Lo increíble es que por el hecho de haberse apegado al sueño 100% y haber interpretado todo al pie de la letra —sin agregar consejos propios— Yosef se convirtió irónicamente en el “Consejero del Faraón”. Es decir, el hecho de no haber agregado información gratuita, de no haber “hablado de más”, fue precisamente lo que el Faraón valoró, y por esto, lo nombró inmediatamente su “consejero”, entregándole un anillo con el sello real, un carruaje y a Osnat, la hija del Sacerdote de On, como esposa. El nombre de Yosef pasó a serZafnat Paneaj “descubridor de lo oculto”.

Fuentes: Rambán, comentario a Génesis 41:33-36.

Miketz-¿El hombre sirve a Dios o Dios sirve al hombre?

 

La parashá de esta semana comienza con la interpretación que le dio Yosef  a los sueños de Paró y con su subsiguiente ascenso al poder en Egipto. Si analizamos cuidadosamente el diálogo que hubo entre Paró y Yosef  podremos notar diferencias fundamentales en sus puntos de vista.

 

Paró, al igual que todos los egipcios, idolatraba al río Nilo, el cual era su principal fuente de sustento. Al describir su sueño, Paró dijo que él estaba "parado sobre el río" (1). El entendimiento simple de este versículo es que nos está informando la ubicación física de Paró respecto al Nilo. Sin embargo, también nos enseña sobre su actitud hacia su dios, ya que el versículo destaca que estaba parado sobre el Nilo, en una posición de superioridad, lo cual no es una manera muy respetuosa de relacionarse con su dios.

 

Paró no adoraba al Nilo por el beneficio del Nilo, sino que lo hacía por el beneficio propio; él necesitaba al Nilo y por lo tanto lo apaciguaba con su adoración. Al final de cuentas, el Nilo estaba sirviendo a Paró, y no al revés.

 

La actitud de los egipcios hacia su dios queda demostrada aún más claramente por el comportamiento del Faraón que vivió en los tiempos de Moshé. El Faraón solía ir al río temprano por la mañana para hacer sus necesidades físicas en él (2), ¡una forma sumamente irrespetuosa de tratar a su Dios! El Talmud va más allá y nos cuenta que el Faraón incluso creía que él era quien había creado al Nilo (3). Estas fuentes indican que el servicio de los egipcios a sus dioses emanaba de un deseo de obtener de ellos lo que necesitaban; el Nilo estaba allí principalmente para servirlos a ellos.

 

La actitud de Paró es muy diferente a la que tenía Yosef . Cuando Paró le pidió que interpretara sus sueños, Yosef  mostró tener una gran sumisión a Dios. Sus primeras palabras hacia Paró fueron: "No viene de mí; Dios será quien responda respecto a la fortuna del Faraón" (4).

 

Todos los años leemos este versículo y lo pasamos rápidamente, pero si reflexionáramos un poco comprenderíamos lo increíble que fueron las palabras de Yosef. Luego de haber estado doce años en prisión por un crimen que no cometió, Yosef  finalmente tenía una oportunidad única para ser liberado; si lograba calmar a Paró podría tener un nuevo comienzo en su vida.

 

Yosef  sabía que Paró no creía en el Dios judío, sino que creía que él mismo era un dios, una arrogancia sin paralelos. ¿Qué diría una persona en esa situación? Habría sido sumamente entendible si Yosef  hubiera pensado que no era el mejor momento para atribuirle todo a Dios y que por lo tanto hubiese elegido promoverse a sí mismo y sus talentos personales. Sin embargo, Yosef  no dudó en atribuirle todos sus talentos a Dios, lo cual fue una increíble muestra de subordinación que contrasta totalmente con la arrogancia de Paró respecto a su Dios.

 

Yosef  heredó este rasgo de subordinación de Yaakov. Mientras que Paró se para sobre su dios, Yaakov se para bajo Dios. Esta idea la vemos en la parashá Vaietzé, cuando Yaakov tiene su famoso sueño. La Torá nos dice: "Dios estaba parado sobre él" (5). El énfasis aquí es que Yaakov estaba debajo de Dios, no sobre Él. Esto nos muestra que el servicio de Yaakov a Dios no estaba definido por él mismo, sino por Dios. Yaakov anuló sus deseos propios y sólo quería cumplir con la voluntad de Dios.

 

La diferencia radical que hay entre el punto de vista de Paró y el de Yaakov y Yosef  es también una característica fundamental del choque entre la ideología del pueblo judío y la del imperio griego. Los griegos adoraban a muchos dioses, pero la idolatría no era el foco central de su ideología, sino que enfatizaban la idea de la perfección del humano y creían que el hombre es el centro del universo y que el objetivo de los dioses es satisfacer los deseos de las personas.  

 

Muchos griegos, incluyendo Aristóteles, expusieron la creencia de que la Tierra era el centro del universo, siendo un reflejo de la superioridad de la humanidad. Enfatizaban la belleza del cuerpo humano y el dominio de la razón por sobre cualquier otra forma de sabiduría.

 

La filosofía griega claramente estaba en desacuerdo con la Torá; los griegos consideraban al judaísmo como la antítesis de sus creencias ya que la Torá destaca por sobre todas las cosas la sumisión del hombre a Dios y la imperfección del hombre. 

 

Entender esto nos ayuda a comprender por qué los griegos prohibieron que el pueblo judío observara la circuncisión y estudiara Torá. La circuncisión es un reflejo de la creencia que el hombre no es perfecto en el plano físico y que debe ser mejorado. Los griegos creían que el hombre fue creado completo y que no puede ser mejorado; ante sus ojos, cortar una parte de su cuerpo era una abominación.

 

Estudiar Torá significa que el hombre intenta entrenar su mente para entender la perspectiva de Dios, para aprender a ver el mundo de esta manera y poder mejorarse a sí mismo. En contraste, los griegos creían que la razón del hombre es la principal y mejor fuente de sabiduría, la cual no debería subyugarse absolutamente a nada.

 

La batalla de Januca fue un choque entre dos ideologías: una que ponía a Dios en el centro, y otra que ponía al hombre en ese lugar. Que todos ameritemos seguir el ejemplo de Yaakov y Yosef  respecto a poner a Dios en el centro.

 

 

 

(1) Miketz, 41:1

(2) Vaierá 7:15, con el comentario de Rashi.

(3) Moed Katan 18a, con Rashi.

(4) Miketz, 41:16.

(5) Vaieitzé 28:13.

 

 

EL ÉXITO SOLO CON LA TORA (por Judaismohoy)

“Y fue al final…” (Bereshit 41,1)

 

Dice el Midrash (Bereshit Raba 89,1) el final, como está escrito: el final de la oscuridad. Podemos pensar que una oscuridad puede ser eterna, que la situación no se puede revertir. Fijamos un límite y cuando llega el momento preciso, de la oscuridad pasamos a la luz grande.

Tengo una pregunta, dice el rab hagaon Iaacov Galinsky ztz”l, sobre una ley para aplicar en la práctica. Un hombre se encuentra en el desierto, dentro de su carpa, que está iluminada con lámparas de querosén. Quien conoce estas lámparas, tienen un botón que permite mover parte de la mecha y aumentar la luz de la lámpara, o, moverla en sentido inverso y así disminuir la llama. ¿Es posible cumplir con el precepto de encender las velas de Januca, moviendo la mecha y provocando de esa forma que aumente la luz? Sabemos que, si se trataría de Shabat, de seguro está prohibido, porque estamos transportando o aumentando un fuego. Diríamos, en este caso, que estamos obligados a encender una vela destinada exclusivamente para Shabat.

Volviendo a Januca, la persona que se hospeda en un hotel, está obligada a encender las velas de Januca, y puede asociarse con el aceite del dueño del hotel (Shabat 23a), y el Rashba aclara que también puede asociarse solamente en la mecha.

Si es así, tenemos donde encontrar que puede utilizarse la luz de las velas de Januca, ya que en la misma lámpara se mezclan una luz normal, con la luz de un precepto.

Me preguntaron: ¿desde cuándo te ocupas de legislar? Pero no tenía alternativa, cuando estuve en Siberia, tuve que mantener mi iahadut, trabajar por él, y es un relato muy largo: estuve apresado, sin casa, junto a otros ochenta presos que no eran iehudim. Ladrones y asesinos, lo más bajo. Y justamente ellos, sabían valorarme. Vieron que yo estaba apartado de sus actividades y vivía un mundo aparte, con la oración y el estudio, y venían a consultarme y a pedirme que les dé mi bendición. Llegó la primera noche de Januca y debemos difundir el milagro, a los ojos de los griegos. Allí no había velas ni fósforos, pero había lámparas, que emitían una luz acuosa. A nadie se le hubiera ocurrido aumentar la luz de la lámpara, que causaría que el querosén se acabe rápidamente, y quedarían en una oscuridad total hasta el amanecer. La medida de combustible estaba calculada a la perfección, para que dure desde la víspera hasta el amanecer.

Le dije a mis compañeros: miren, quiero pedirles que me permitan cumplir con algo que concierne a mi creencia, necesito aumentar la luz de la lámpara durante media hora. Y aceptaron. Uno de ellos, hasta me ayudó, subiéndome sobre sus hombros. Dije las tres bendiciones, y moví el botón, para aumentar la intensidad de luz.

Y la suerte no estuvo de mi lado. Moví el botón en sentido contrario. La lámpara se apagó y una oscuridad absoluta gobernó la carpa. El que me tenía sobre sus hombros se apuró a bajarme y ochenta presos comenzaron a gritar: ¡Luz! ¡Luz! Se escucharon golpes en las paredes y después en las puertas de hierro. Ahora se callaron todos los presos y sentíamos un miedo terrorífico. Se abrió uno de los portones y entraron los guardias, con las armas en sus manos y linternas encendidas, gritando: traidores, ¿quién apagó la lámpara?, y la encendieron. Todos contestaron: “El”. Lo que les faltaba, un castigo colectivo. Me levanté y reconocí: “Fui yo”.

No hacía falta indicarme cuántas leyes infringí, y la pena: treinta días de calabozo, estableció el jefe de la guardia.

¡Qué bonito!, exclamé.

¿Qué es lo bonito?, me preguntó. El que prueba lo que es estar en el calabozo una sola vez podrá comprobar que no puede sentarse sobre el suelo sin mancharse manos y piernas. Con mucha dificultad, ponerse en cuclillas y no tocar nada. Ni hablar de que el piso esté repleto de inmundicias y ratas. En fin, un ambiente que descompone, y yo, ¿feliz?

Le contesté, con una sonrisa: ¿Por qué tú no me preguntas por qué hice eso?

Verdad, ¿por qué hiciste eso? No te conocía como “trae problemas”.

Le dije: quise cumplir con un precepto religioso.

Frunció el ceño y entrecerró los ojos: ¿hay un precepto de apagar la lámpara?

Que Hashem me perdone: un precepto religioso y me encerrarán en el calabozo. Y yo estoy feliz porque pude cumplir el precepto.

¡Vergüenza judía! ¿Dirán que nosotros, los comunistas, somos renegados y no permitimos cumplir con un precepto religioso? Ahora no irás al calabozo, quedarás aquí, por la fuerza.

El milagro de Januca. Una persona que cuida un precepto no sabrá sobre cosas malas. Yo tenía allí mucho tiempo para pensar, y lo aprovechaba muy bien.

¿Qué me ocurrió? Quise cumplir con un precepto y en lugar de girar a la izquierda, gire hacia la derecha. En lugar de aumentar la luz, la apagué por completo, ¿qué debía haber hecho? Preguntar al que sabe, ¿hacia qué lado giramos para aumentar la luz, izquierda o derecha?

Y esto es justamente lo que dijeron: no te apartarás de las palabras que te dirán ni a derecha ni a izquierda (Devarim 17,11), aunque te digan que la derecha es la izquierda y que la izquierda es la derecha (Rashi). Porque nosotros somos como los ciegos y no sabemos cuál es la derecha y cuál la izquierda, la respuesta está solamente en la boca de nuestros sabios.

Por eso, en nuestras oraciones, cuando llegamos al “Al Hanisim…”, en Purim comenzamos con “en los días de Mordejai y Ester”, y en Januca: “en los días de Matitiahu, hijo de Iojanan, el Cohen Gadol”. Porque ellos eran los hombres más grandes en Tora de esa generación, y con sus directivas, llegaría la Salvación.

Y así está escrito (Meguila 11a), que Hashem elevó a Matitiahu y a sus hijos en la época de los griegos, y a Mordejai y Ester en la época de Aman, y a nuestros rabanim para las generaciones, para que vayamos tras sus directivas y enseñanzas.

Matitiahu estuvo al frente de Israel por un tiempo muy corto, al principio de la época de los griegos, y, de inmediato, su hijo Iehuda Hamacabi tomó la conducción y consiguió la victoria contra los griegos y se nombró asimismo como el nuevo Cohen Gadol y rey, y detrás de él, también hicieron así sus hermanos. Y todos murieron bajo la espada.

Entonces, vemos que la revolución de los Jashmonaim se realizó gracias a los méritos de Matitiahu, a pesar de que era muy anciano y de que falleció en su comienzo, y fue delegada en sus hijos, pero se hizo cien por cien por el camino de la Tora.

Y todos los hijos murieron bajo la espada, ¿por qué? Escribió el Ramban que el castigo se debió a que los Jashmonaim reinaron en la época del Segundo Templo. Ellos eran hombres muy justos, y si no habría sido por ellos, se habría olvidado, lo alenu, la Tora y los preceptos de Israel, pero, de todas formas, recibieron un gran castigo, porque todos los hijos de Matitiahu, reinaron, uno detrás del otro, y con toda su fuerza, poder y éxito, cayeron bajo la espada de su enemigo, y el castigo llegaría, como está dicho: todo el que diga ser descendiente de los Jashmonaim es un esclavo (Baba Batra 3b), porque pasaron por la orden del “anciano” (Iaacov Avinu), que ordenó que Iehuda sería el rey (todos los reyes de Israel debían pertenecer a la tribu de Iehuda, y ellos eran de la tribu de Levi).

Y el Ramban resalta que no es un precepto de la Tora sino la “orden del anciano”, o sea, el camino de la Tora.

Y el éxito de ellos fue cumplir con la orden de su padre, y su pecado no cumplir con la orden de Iaacov Avinu, o sea, girar el botón en el otro sentido, ¡y apagar la luz!!!

 

 

Traducido del libro Vehigadta.   

Leiluy Nishmat: Israel Ben Shloime   z”l , Lea (Luisa) Bat Rosa    Aleha Hashalom,

Iemima Bat Abraham Avinu    Aleha Hashalom

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