Parashá Vaiejí
Resumen de la parashá
Iaacov había llegado a la edad de ciento cuarenta y siete años. Se aproximaba el fin de sus días. Llamó pues, a Iosef y le hizo prometer que lo sepultara en Canaán, el lugar del eterno descanso de sus padres, y no en Egipto. Tiempo después se le informó a Iosef que Iaacov estaba enfermo y fue a visitarlo con sus dos hijos, Efraim y Menashé. Iaacov le dijo a Iosef que Efraim y Menashé serían contados entre sus propios hijos. Cada uno de ellos sería cabeza de unshévet (tribu), al igual que los hijos de Iaacov. Iosef acercó a sus hijos a Iaacov y éste los besó y abrazó.
Iaacov extendió la mano derecha y la colocó sobre la cabeza de Efraim (el más joven), y la izquierda sobre la cabeza de Menashé. Iosef pensó que era incorrecto que la mano derecha de su padre estuviera sobre la cabeza de Efraim; entonces le levantó la mano, le explicó que Menashé era el mayor y que en consecuencia, su mano derecha debía estar sobre su cabeza. Iaacov rehusó cambiar la posición, profetizando que Menashé se convertiría en una gran nación, pero que el shévet Efraim seria aún mayor
Iaacov llamó a todos sus hijos junto a su lecho, habló a cada uno de ellos y los bendijo. Estas famosas bendiciones, conocidas como "Birkat Iaacov" (bendiciones de Iaacov), están llenas de profecías sobre el futuro de cada shévet, y de descripciones de los atributos y características de cada uno de ellos.
Iaacov ordenó a todos sus hijos que lo sepultaran en la Mearat Hamajpelá, que Abraham le había comprado a Efrón.
Iaacov terminó de dar las instrucciones a los hijos, juntó los pies en la cama y "retornó a su pueblo".
Iosef cayó sobre el padre, lloró y lo besó. Luego ordenó a los médicos que lo embalsamaran, cosa que hicieron. Los egipcios observaron duelo por Iaacov durante setenta días. Iosef recibió permiso de Faraón y él, sus hermanos y todos los miembros de sus familias, junto con los ancianos de Egipto, pudieron ir a Canaán a inhumar a Iaacov en la Mearat Hamajpelá, como él les había instruido.
A su regreso a Egipto, los hermanos de Iosef, temerosos de que éste tratara de vengarse, buscaron su perdón por las malas acciones pasadas. Sin embargo, Iosef les aseguró que no había en él ánimo de venganza, los calmó y les dijo que apoyaría a ellos y a sus hijos.
Antes de su muerte, Iosef hizo jurar a los hijos de Israel que llevarían sus restos consigo cuando Hashem los condujera de regreso a la Tierra Prometida.
Iosef murió a la edad de ciento diez años y su cuerpo fue embalsamado y colocado en un féretro.
(Extraído del libro "Lilmod ULelamed" de Edit. Yehuda)
vAYECHI- EXCUSAS
¿Confías en tu hijo? Espero que la respuesta sea afirmativa. Entonces, ¿por qué Yaacob no parece confiar en Yosef para enterrarlo en Ma'arat HaMachpaila - la Cueva de los Patriarcas - en Jebrón, en la parasha de la Torá de esta semana?
Vemos que Yaacob siente que va a morir[1] y hace planes para su entierro. Él llama a Yosef y le hace decir que no va a enterrarlo en Egipto, sino en Jebrón con Abraham e Isaac. Yosef acepta fácilmente, pero esto no es suficiente para Yaacob y lo hace jurar al respecto.
¿Por qué no fue suficiente la palabra de Yosef? Además de ser el hijo de confianza de Yaacob, Yosef era una persona sumamente justa. ¿Acaso violaría la orden de su padre? ¿Por qué Yaacob sintió la necesidad de hacerlo jurar?
Después de que Yaacob termina de bendecir a sus hijos, con preocupación vuelve a pedirles a todos que lo entierren en Jebrón [2]. ¿No le había Yosef jurado que iba a llevarlo a cabo? ¿Por qué les pidió de nuevo enterrarlo en Jebrón?
La explicación es que Yaacob tenía miedo a las excusas, incluso de las válidas. Por supuesto que él sabía que Yosef estaba dispuesto a llevar a cabo sus deseos, pero pudiera haber existido una razón legítima por la que Yosef no pudiera cumplir su promesa. De hecho, Yaacob pudo haber pensado que el faraón no quería que Yaacob hubiera sido enterrado fuera de Egipto. Puesto que Yaacob era un personaje famoso, el Faraón quería que la tumba de Yaacob estuviera en Egipto. Por lo tanto, el no permitiría que Yosef trajera el cuerpo de Yaacob a Israel. Entonces Yaacob hace jurar a Yosef, no porque no confiaba en él, sino porque Yaacob sentía que el faraón podia permitir a Yosef enterrarlo, si le pudiera decir al Faraón que Yosef había jurado hacerlo.
De hecho, nos encontramos con que cuando Yosef le pide al Faraón llevar el cuerpo de Yaacob a Israel, este sólo estuvo de acuerdo basado en el juramento: El Faraón dijo: “Sube y sepulta a tu padre como le juraste” [3].
Esta es la razón por la que Yaacob mencionó su petición de enterrarlo a todos los hermanos y no sólo a Yosef. Si por alguna razón Yosef fuera incapaz de llevar a cabo la solicitud debido a su lealtad al Faraón, tal vez los otros hermanos de alguna manera encontrarían la forma de hacerlo.
Yaacob temía que excusas o racionalizaciones impedirían su deseo de ser realizado. Desesperadamente deseaba ser sepultado con sus padres en Jebrón, y usó todos los medios posibles para que esto ocurriera. Él tenía que ser enterrado en Jebrón. Nada podía impedirlo. "No es posible” no era parte de su vocabulario.
Todos sabemos que cuando realmente queremos lograr algo, nada puede interponerse en nuestro camino. Si yo soy un fanático de los deportes y se está jugando una final del campeonato, yo voy a encontrar la manera de conseguir entradas para el juego. Voy a esperar en la línea durante 24 horas seguidas si hace falta. Si mi carro se descompone, caminare. Y si aumentan el precio de la entrada, estaré dispuesto a pagar. No hay lugar para excusas.
Hay un viejo cliché que dice: “Donde hay voluntad, hay un camino.” La pregunta sin embargo es: ¿qué es lo que nuestra voluntad realmente desea? ¿Podemos decir honestamente que no estamos estudiando Torá, o trabajando en nuestro carácter, o rezando, o haciendo favores porque estamos demasiado cansados u ocupados? ¿O es que no tenemos una firme voluntad en estas áreas espirituales? ¿Nos damos por vencidos fácilmente cuando aparecen los obstáculos, incluso leves, o mantenemos nuestra actitud de “Tiene que hacerse a toda costa”.
Shlomo lamentablemente se convirtió en un jugador empedernido. Cuando se dio cuenta de que estaba destruyendo su vida, tuvo que desesperadamente desarrollar un plan para encontrar una manera de garantizarce que nunca apostaría de nuevo. No hay excusa válida para sí mismo, y decidió que iba a hacer una promesa a Dios para dejar de jugar, y que si alguna lo hiciera, Dios se encargaría de él. Esto es un curso de accion muy radical y definitivamente que no es lo que todo el mundo debe hacer, pero podemos decir una cosa acerca de este Shlomo: Él definitivamente tenía una enorme voluntad espiritual!
¿Cuál es nuestro factor para excusarnos en nuestra vida? ¿Cuánto es lo que realmente deseamos crecer espiritualmente? ¿Con qué frecuencia las excusas gobiernan mi vida?
Que Hashem nos ayude a ser honestos con nosotros mismos.
[1] Bereshit 47:29.
[1] Idem 49:29.
[1] Idem 50:6.
Logrando el balance correcto (Por Aish latino)
El libro de Bereshit culmina con las bendiciones eternas que Yaakov les dio a sus hijos. Cada hijo recibió una bendición especial que se enfocaba con exactitud en sus talentos y necesidades. Al final de las bendiciones, la Torá declara que Yaakov los volvió a bendecir. ¿En qué consistió esta nueva bendición?
Rashi explica que con esta bendición final, Yaakov incluyó a cada hijo en la bendición de los demás. Yehudá, por ejemplo, había tenido la exclusividad en la bendición de tener la fortaleza de un león; ahora, con esta bendición final, todos sus hermanos también recibieron este rasgo de fortaleza (1).
Sin embargo, la explicación de Rashi genera un nuevo problema: si al final todos los hermanos fueron bendecidos con lo que cada uno había recibido en su bendición personal, ¿para qué los bendijo individualmente en un inicio?
El Maharal responde que la bendición final de Yaakov no los igualó en todas las áreas, sino que cada uno era el más fuerte en el área en que había sido bendecido en un principio. Lo que logró la bendición final fue darles a todos los hermanos un aspecto de las bendiciones de los demás. Yehudá, por ejemplo, fue bendecido con un nivel de fortaleza mayor que el de sus hermanos; sin embargo, la bendición final le dio a cada uno de sus hermanos un cierto elemento del atributo de fortaleza (2).
¿Por qué cada hermano necesitaba tener al menos en algún aspecto todas las bendiciones? Rav Itzjak Berkovits explica que pese a que una persona puede especializarse en un área en particular, de todas formas debe tener simultáneamente algún tipo de inclinación hacia las otras áreas. Este concepto aplica en varias esferas, incluyendo el rol que desempeña una persona en su vida, los rasgos de personalidad y el estudio de Torá.
Con respecto al rol que desempeña una persona en su vida, por ejemplo, hay muchos roles que cada uno de nosotros debe desempeñar a lo largo de la vida: debemos ser padres, esposos, amigos, hijos, maestros, colegas, etc. Puede que una persona ponga más atención a algunas áreas en especial, como la crianza de los niños —que tiene una gran importancia—, pero su concentración en ellas no debe ser tal que lo lleve a desatender todo lo demás.
Pese a que es vital que una persona invierta tiempo en la crianza de sus hijos, si eso es todo lo que hace en el día entonces inevitablemente sus otros roles se verán afectados. Debemos saber cómo lograr un balance entre trabajar, pasar tiempo con la familia, estudiar Torá, hacer actos de bondad y cumplir con todas las otras cosas que debe hacer un judío observante. Una manera efectiva de saber si estamos poniendo un énfasis excesivo en un área en particular es observar las otras áreas y analizar si están siendo afectadas. Por ejemplo, si una persona pasa mucho tiempo con su familia y no tiene tiempo para estudiar Torá, entonces quiere decir que algo anda mal.
Esta necesidad de tener un balance es particularmente importante en la esfera de los rasgos personales. Por ejemplo, la mayoría de la gente tiene una tendencia natural a ser amable o a ser estricta, y tiende por lo tanto a enfocar la mayor parte de su tiempo y energía en ese rasgo. Por ejemplo, una persona amable por naturaleza tenderá a enfatizar el ayudar a otros por sobre trabajar en su autodisciplina. Es natural y correcto que una persona se enfoque en sus fortalezas; sin embargo, hay que tener en cuenta que gran parte de la recompensa viene de las áreas que no le son naturales.
Rav Yaakov Kamenetsky nota que nuestros patriarcas enfrentaron sus pruebas más difíciles en las áreas que eran opuestas a sus rasgos personales. Abraham, el dador ejemplar, enfrentó la increíble prueba de la Atadura de Itzjak (la Akedá), en la cual tuvo que superar su inmenso sentido de misericordia y estar preparado para matar a su hijo. Los desafíos más grandes de Yaakov le exigieron ser más astuto que los malvados mediante el uso de la herramienta de la falsedad, la antítesis de su rasgo de honestidad (3).
Y con respecto al estudio de Torá, es sumamente obvia la necesidad de desarrollar un balance en la vida. La Mishná en Pirkei Avot (Ética de nuestros padres) dice: "Si no hay Torá no puede haber dérej éretz(4), y si no hay dérej éretz no puede haber Torá” (5). El Rambam dice que ambos aspectos se complementan el uno al otro; no puede haber un enfoque excesivo en el estudio de Torá sin haber un énfasis en la mejora del carácter, y viceversa, uno no puede desarrollar efectivamente su carácter sin estudiar Torá.
Una vez le preguntaron a Rav Israel Salanter por qué alentaba a sus estudiantes a pasar tanto tiempo estudiando musar (que enfatiza el crecimiento personal), sacrificando en consecuencia un nivel más alto de grandeza en Torá. Para responderles, él les hizo una pregunta sobre las leyes de bendiciones: Si una persona tiene frente a él un ítem entero de comida (conocido como shalem) y un pedazo del mismo alimento que tiene mayor tamaño pero que no está entero (es decir, está en trozos, conocido como gadol) la pregunta es: ¿qué es más importante —y por tanto sobre qué alimento se debe bendecir—, entero o grande? Rav Israel Salanter les respondió que la ley es que uno debe bendecir sobre el ítem completo a pesar de ser más pequeño que el otro. De la misma forma, una persona que estudia Torá pero también trabaja en su personalidad (una persona “shalem”) está en un nivel más elevado que una persona que ha estudiado más pero que tiene un nivel menor de refinamiento (un “gadol”).
Hay muchas lecciones que podemos aprender de las bendiciones específicas que Yaakov le dio a cada uno de sus hijos. Pero el conjunto de ellas nos enseña que si bien una persona puede especializarse en un área particular, tiene la obligación de completarse y de buscar un balance en todas las áreas. Esta tarea es muy exigente, pero Yaakov bendijo a todo el pueblo judío con el potencial para lograrla. Les deseo que todos logremos alcanzar un verdadero balance en nuestras vidas.
(1) Vaiejí 49:21.
(2) Gur Arie 49:21, sk 22.
(3) Para ver más sobre el desafío de Itzjak, ver la Guemará en Shabat 89b. Ver también Mijtav MeEliahu, Tomo II, Parashat Lej Lejá pp. 162-3.
(4) Dérej Éretz puede significar muchas cosas. En esta instancia se refiere a tener rasgos personales refinados.
(5) Avot 3:17.
La dulce venganza de Yosef (Por Aish latino)
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“…Y ellos dijeron, “Tal vez Yosef va a albergar odio contra nosotros…”” (Génesis 50:15)
Al regresar de enterrar a Yaakov, los hermanos de Yosef sintieron que la actitud de Yosef hacia ellos había cambiado, y ellos dijeron:
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“Tal vez Yosef va a albergar odio contra nosotros y luego seguro nos va a devolver toda la maldad que nosotros le hicimos” (Génesis 50:15)
La palabra hebrea “lu” usualmente significa alevai – “si sólo” – una expresión de esperanza de que lo que sigue en la oración ocurra. En este contexto es muy difícil entender por qué los hermanos de Yosef habrían esperado que él los odiara y les devolviera el mal que ellos le hicieron. (ver Ohr HaJaim en el mismo verso).
Para entender la afirmación de los hermanos, es necesario entender primero por qué Yosef hizo pasar a sus hermanos por toda la terrible experiencia que comenzó con la acusación de ser espías. ¿Por qué no simplemente los perdonó desde el comienzo y reconoció lo que él subsecuentemente les diría: “Ustedes quisieron que mi venta fuera para mal, pero Dios hizo que fuera para bien”?
Cuando los hermanos aparecieron por primera vez delante de Yosef, él los reconoció y consideró cuidadosamente qué decirles. Y les habló “palabras duras”, preguntado “¿De dónde han venido?”. Ellos respondieron, “De la tierra de Canaan para conseguir comida”. Luego la Torá repite que Yosef reconoció a sus hermanos, pero que ellos no lo reconocieron a él. ¿Por qué la Torá dice que la pregunta de Yosef fue “dura”? Y, ¿por qué repite la Torá que Yosef reconoció a sus hermanos?
La Mishná (Pirkei Avot 3:1) cita a Akavia ben Mehalalel:
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“Considera tres cosas, y no pecarás. Debes saber de dónde vienes, hacia dónde vas y ante Quién rendirás cuentas eventualmente de todo lo que has hecho”.
Hay tres causas mayores de pecado – celos, lujuria y deseo de gloria. Si la persona recuerda que empezó, al igual que todos, desde una humilde gota de materia celular, entonces él no estará celoso de nadie. En vez de eso, va a apreciar que se le han dado medios para desarrollarse. Si la persona considera el fin último de su cuerpo físico – la descomposición en la tierra – entonces será mejor que controle sus deseos físicos. Y si la persona considera las cuentas que va a tener que rendir frente al Rey de Reyes, esto debe ayudarlo a minimizar cualquier ilusión de gloria y grandeza personal.
En principio, Yosef pensó que sus hermanos también lo reconocieron a él y por eso escogió cuidadosamente las palabras adecuadas para reprenderlos. Dado que esa injusticia emanó de un leve defecto de celos de su parte, Yosef desafío a sus hermanos con la afirmación, “¿De dónde vienen? Él hizo alusión a esa “humilde gota” de la cual todos provenimos y su pregunta implícita era: Considerando el lugar del cual todos venimos, ¿cómo pudieron haber sentido celos de mí? Cuando ellos tomaron su pregunta en forma literal y respondieron,“De Canaan para conseguir comida”, él se dio cuenta que no lo habían reconocido.
El Midrash relata que inicialmente Yosef quería revelarse a sus hermanos inmediatamente. Pero el ángel que lo dirigió hacia sus hermanos 22 años antes en Dosan (Génesis 37:15) se le apareció y le dijo que ellos habían venido a matarlo. Sólo en ese momento Yosef se disfrazó y los hizo pasar por la terrible experiencia de ser sospechosos de ser espías.
Esto puede entenderse de la siguiente manera. El ángel representa a la Divina Providencia que llevó a Yosef hacia sus hermanos. La aparición del ángel en ese momento era una señal de que todo el episodio estaba siendo orquestado desde Arriba. Al informarle a Yosef que sus hermanos aún deseaban matarlo, el ángel quiso que ellos fueran juzgados de acuerdo a su intención y no de acuerdo a como Dios había hecho que las cosas se dieran. Tal como dicen los Sabios, alguien que tiene la intención de comer cerdo y por error come casher aún requiere expiación.
Mientras los hermanos no reconocieran su error en la venta de Yosef, ellos no podían arrepentirse de sus acciones. Por eso Yosef ideó un plan para que ellos reconocieran su error e hicieran expiación por él. Primero, les presentó una situación en la cual ellos pudieron observar a otra persona actuando como lo hicieron ellos, para así obtener una perspectiva objetiva sobre su propio comportamiento. Él les mostró cómo la evidencia circunstancial puede ser malinterpretada para hacerlos ver como espías, a pesar de que no había ni una pizca de verdad en la acusación. De esta forma ellos se darían cuenta que la evaluación de los motivos que tuvo Yosef para acusarlos a su padre y relatar sus sueños fue errónea.
Segundo, los puso en una situación donde su hermano Binyamin los ponía en peligro tanto en forma personal como en su futuro rol en el pueblo judío, tal como ellos percibían que Yosef lo hacía. La única diferencia entre las dos circunstancias era la ausencia de celos en el último caso. Al comparar sus diferentes respuestas en los dos casos, ellos verían cómo los celos habían coloreado sus respuestas con respecto a él. La preocupación por los sentimientos de su padre Yaakov y el amor por Binyamin, que jugaron un rol importante en los pensamientos de ellos en ese momento, también habrían estado presentes en el caso de Yosef de no haber sido por los celos.
Tercero, él buscó que se cumplieran los sueños de forma completa para que ellos pudieran reconocer claramente que aquellos sueños tenían una naturaleza profética y no, tal como ellos sospecharon, reflejos de los deseos subconscientes de Yosef. Además, el cumplimiento de los sueños permitió que Yosef pudiera prepararlos a ellos para sus futuros roles en la nación judía. Tal como lo afirma claramente el verso, “Él recordó los sueños que había soñado por ellos” – por ellos, no sobre ellos.
Cuarto, buscó tomar venganza, que cuando es apropiada puede ser beneficiosa. Los Sabios nos dicen que la venganza es grande, porque aparece entre dos nombres de Dios, “Un Dios de venganza es Dios”. Un estudioso de la Torá que no toma venganza como una serpiente, dicen los Sabios, ¡no es un estudioso de la Torá! El rabino Jaim Shmulevitz explica que la venganza es el vehículo para “igualar el marcador” con el mal y balancear la aparente ganancia y beneficio acumulado por malos medios. La venganza demuestra que el crimen no vale la pena y que la justicia prevalece. Pero hay una condición absoluta para la venganza: el que toma venganza no debe tener placer personal de ella. Debe ser como una serpiente que no tiene placer cuando muerde.
Desde esta perspectiva, podemos entender lo que dijo Yosef al nombrar a su hijo primogénito, “Dios me ha causado que olvide todos mis problemas y la casa de mi padre”. ¿Por qué dio gracias Yosef por olvidar la casa de su padre? Porque sólo al olvidar todas sus peleas personales y el dolor, su venganza podía ser pura. Es evidente a partir del repetido llanto de Yosef, que fue muy difícil para él continuar con toda la terrible experiencia de sus hermanos y que la venganza estaba lejos de ser “dulce” para él.
Quinto, Yosef buscó proveerles la oportunidad de recibir el arrepentimiento con sufrimiento y duda, para compensar y contrarrestar el dolor que ellos le causaron equivocadamente. Él los tiró al pozo de la prisión para que ellos pudieran experimentar en forma personal lo que él sintió cuando lo tiraron al pozo. Después los sacó y dejó a Shimon sólo, para que lloraran por el hermano que se había quedado en el pozo, como no lo hicieron cuando dejaron a Yosef. Luego les devolvió su dinero a sus sacos, que ellos interpretaron como un pago por la esclavitud de Shimon (ver Baalei Hatosafot). La repugnancia de ese dinero les recordó el haber tomado dinero por la venta de Yosef como esclavo.
Finalmente, Yosef buscó poner a sus hermanos en una situación similar para saber si su arrepentimiento era completo. La última prueba de un baal teshuvá es estar en la misma situación y no repetir el pecado. Por eso, Yosef le dio a Binyamin provisiones extras para despertar cualquier celo que pudieran sentir por el hijo que quedaba de Rajel, la esposa favorita de Yaakov.
Toda la farsa llegó a un clímax dramático cuando Yosef se reveló a sus hermanos. En ese momento la intensa verdad de su inocencia y el pecado de ellos fue tan claro que sirvió como la reprimenda más poderosa y efectiva. La incapacidad de los hermanos de responder es un presagio de nuestro propio silencio en el Día del Juicio cuando seamos confrontados con nuestros pecados, y todas nuestras insignificantes justificaciones se desvanezcan.
Todo este escenario, sin embargo, sería efectivo sólo si los hermanos hubieran actuado por temor a que Yosef usurpara sus roles en el pueblo judío, y no por un odio intrínseco hacia él y el deseo de matarlo. Los hermanos estaban convencidos de que ellos no eran culpables de este último pecado. Y a pesar de que originalmente ellos decidieron matar a Yosef, el hecho de que Reuven y Yehuda los convencieran fácilmente de no hacerlo, reveló que sus intenciones nunca fueron serias.
Al retornar a Egipto después de enterrar a Yaakov en Israel, los hermanos pasaron por el lugar donde Yosef fue vendido y Yosef fue al pozo y recitó la bendición, “Dios realizó un milagro para mí en este lugar”. Al ver esto, los hermanos se aterrorizaron y exclamaron:
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“Tal vez Yosef nos va a odiar y nos va a regresar todo el mal que nosotros le hicimos” (Génesis 50:15)
La ley es que una persona recita la bendición sobre un milagro sólo cuando su vida estuvo en peligro mortal, y los hermanos interpretaron la recitación de Yosef como prueba de que él pensó que ellos realmente pensaron matarlo.
Después de regresar a Egipto, Yosef dejó de invitar a sus hermanos a comer con él, lo que ellos interpretaron como una señal de una nueva actitud hacia ellos ahora que Yaakov ya no estaba con vida. Ellos razonaron que toda la terrible experiencia que Yosef los había hecho atravesar no compensaba por lo que Yosef vio como la intención de ellos de matarlo y que la expiación aún no era completa. Por eso, ellos exclamaron, lu (alevai – que sea así) que Yosef nos odie. Si Yosef está en lo correcto y somos culpables de esto también, pensaron, mejor que nos odie y así nos dé la oportunidad de limpiar nuestras pizarras para la eternidad. Por eso ellos se subyugaron completamente a él.
Yosef, sin embargo, los consoló y les explicó que él no pensó que ellos querían matarlo. Él hizo la bendición en el pozo porque sin que ellos lo supieran el pozo tenía serpientes venenosas y escorpiones y por eso él había estado en peligro de muerte. Y él había dejado de invitarlos a comer con él por una razón completamente distinta. Mientras Yaakov estaba vivo, Yosef se sentaba al final de la mesa porque Yaakov lo puso ahí. Pero ahora que Yehuda había recibido la bendición de la monarquía, Yosef sintió que no era adecuado que él continuara sentándose en la cabecera de la mesa. Como virrey de Egipto, sin embargo, habría sido un desaire para el Faraón si él no se sentaba en la cabecera de la mesa. Para evitar el problema, dejó de invitar a sus hermanos.
A pesar de todo esto, quedó una mancha relacionada con la venta de Yosef, precisamente porque Yosef les dijo a sus hermanos que ellos no debían pedirle perdón. Su razonamiento: a pesar de que ellos pretendían hacer el mal, Dios hizo que todo saliera bien. El rabino David Kronglass de Ner Israel en Baltimore, una vez destacó que un resultado beneficioso no es en sí mismo prueba de que no se necesite expiación y perdón. La Torá dice en relación a una mujer que viola una promesa, que sin su conocimiento su marido ya había anulado, “Dios la va a perdonar” (Números 30:13). La intención de pecar, incluso cuando no se cometió ningún pecado, requiere perdón. Por esa razón Rabí Akiva lloraba cada vez que leía el verso.
Rabí Akiva fue uno de los Diez Mártires cuyas muertes fueron la expiación final por la mancha dejada por la venta de Yosef. Él lloraba por el presentimiento del castigo que aún vendría por la falla de Yosef de permitir una expiación completa de sus hermanos.